Original por Bryan Linn, 2009. Traducción y adaptación por Mario Bórquez Brahm para clubdelperrodemuestra.cl

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Las personas somos arrogantes. Creemos que todos y todo responde a los estímulos de la misma forma que nosotros lo hacemos.

¿No me creen? Observen a una persona y su perro.

No solamente creen que a su perro le importa lo que están diciendo, ¡realmente creen que el perro sabe lo que están diciendo!

Hay pocos hechos sólidos y verdades innegables en el adiestramiento de perros, pero éste es uno (quizás es el único):

LOS PERROS NO HABLAN

No lo hacen. Y no tienen la menor idea de lo que significan esos ruidos que salen de tu pequeña boca humana. Para los perros, las palabras son meros ruidos. Los entrenamos a comprender qué queremos que hagan conectando esas palabras con acciones.

Son meras señales: “Sit” no es más significativo de orden de sentarse que “burburubú”. Es el acto que enlazamos con el sonido lo que indica al perro que debe sentarse cuando oye el comando verbal.

La mejor forma de lograr esto en el adiestramiento es esperar hasta que el perro ejecuta la acción, y entonces darle la voz señal/comando. Cuando el perro toca el suelo con el trasero, dices “sit” y lo recompensas.

BAJO NINGUNA CIRCUNSTANCIA repitas «sit, sit, sit, sit» para luego recompensar al perro. Le enseñarás que obtiene recompensa al sentarse a la cuarta vez que escucha “sit”. Es decir, le estás enseñando que no debe obedecer las tres primeras repeticiones.

Si estás enseñándole a echarse, no digas “down” hasta que esté con la panza en el suelo.

Cuando le enseñas a andar a tu lado, corrígelo con la correa cuando está fuera de posición, no digas “heel” (o junto, o “fuss”, el comando que hayas elegido) para corregirlo: Hazlo y cuando esté en la posición correcta, dí la palabra y recompénsalo (tal vez una galletita si está aprendiendo o un “muy bien” si ya comprende mejor).

Luego, cuando el perro SABE el comando y la acción asociada, das el comando verbal UNA VEZ y luego lo fuerzas a obedecerlo. Forzarlo puede ser algo tan sencillo como un tirón con la correa.

En su libro «Retriever Training: A Back to Basics Approach», Robert Milner escribe sobre un principio de cáncer a la garganta que le causó dificultades para hablar. Él aprendió lo valioso que es usar gestos y señales audibles. Milner propone conducir las sesiones de entrenamiento minimizando las señas verbales.

Es una gran lección y una a la que trato de adherir cada vez que saco a mi perro. Él tiene que oír mi voz sólo lo suficiente. No es necesario que llene sus oídos de ruidos sin sentido.

Observa a los que entrenan contigo y nota cuánto conversan (o no) con sus perros.  ¿Con qué frecuencia repiten los comandos? ¿Cuándo obligan al perro a obedecer?

Como Milner, los desafío a conducir sus próximas sesiones de entrenamiento conversando lo mínimo con el perro. O mejor aún, intenta llegar al punto en que no necesitas hablar en lo absoluto porque has logrado enseñar al perro a reconocer las señas de tu cuerpo y manos.

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